lunes, 15 de septiembre de 2008

Uniones civiles y matrimonios cristianos

El jefe del estado Vaticano, Sr. Ratzinger o Benedicto XVI (como le conocen sus fans), ha considerado oportuno censurar las uniones civiles porque desintegran la naturaleza del matrimonio (cristiano). Y lo dice a la cara de su anfitrión, Nicolas Sarkozy, casado en terceras nupcias, quien además no tiene por qué compartir las supersticiones del invitado cristiano en cuestión. Pero es que estos señores de la iglesia católica son unos cachondos: primero dicen que hay que separar lo que es política de lo que es religión para, a continuación, meterse a cuestionar la legislación civil de un país determinado. ¿Y quién le ha preguntado nada a ese lenguaraz teutón? ¿Acaso los no-cristianos le decimos cómo debe interpretar las sagradas escrituras, cómo debe plantear sus rituales, le hemos llamado algo o insultado por haber sido la cabeza de la Santa Inquisición, aunque sea nominalmente disfrazada? Pues eso, váyase a Lourdes, con los 80.000 enfermos que anualmente acuden buscando una curación que ustedes les han vendido (y nunca parece llegar, al menos desde 1952 que se reconoció por última vez), a ese mercadeo que a Cristo le hubiera puesto los pelos como escarpias.
Por cierto, si las uniones civiles desnaturalizan el sentido del matrimonio (cristiano), bienvenidas sean, pues éste no ha sido sino fuente de discriminación, de subyugación, de reproducción de un orden caprichoso marcado por religiosos misóginos y una cosmogonía igualmente misógina (como lo son todas las cosmogonías monoteístas). Y encima, apelando a una naturaleza delirante, que sólo existe en sus cabezas, pues nadie más que la iglesia cristiana ha conocido, a lo largo de la humanidad, la naturaleza que ustedes conciben: caprichosa, injusta, sometida a la Gracia del Buen Dios cristiano, justificadora de los desmanes de todos los poderosos de la historia (señores feudales, reyes despóticos, dictadores modernos, demócratas bajo palio, etc.).
En fin, como diría el cachondo de Chávez, que se vayan al carajo cien veces estos del Vaticano. Yo, para ello, me encomiendo a San Cucufato...

No hay comentarios: