Tal vez resulta un poco paranoico, pero de un tiempo a esta parte me pregunto, no sin cierta amargura, ¡a quién beneficia esta crisis! No sólo en lo económico, sino principalmente en lo psicológico: dicho de otro modo, quién está tan interesado en desmoralizarnos, en ver a ciudadanos agrisados, tristes, con pesadez, acongojados. Siempre se ha dicho que, "a rio revuelto, ganancia de pescadores", y esto no es una excepción.
Resulta evidente el papel despreciable de los medios de comunicación (y las empresas que les respaldan) en este asunto: por ejemplo, hemos asistido durante semanas a la debacle mundial derivada del alza del precio del petróleo; cuando este precio se está desplomando, aligerando la debacle anunciada, nunca esto es noticia, salvo en un breve del área de economía. Está claro que sólo lo negativo es noticia, desde el punto de vista periodístico, pero ¿sólo desde ese punto de vista o también desde otro/s?
Obviamente, en el panorama político español, también el Partido Popular parece regocijarse con tanto número rojo; más bien negro, habría que decir. Cuanto más paro, más inflación, más déficit comercial... ¡mejor! Ojo, el PSOE haría lo mismo. Pero no cabe duda de que para las ansias neoliberales (PP) es mucho más rentable, porque todo sirve para justificar la 'neoliberalización' de la sociedad: si la cosa va bien, porque es buen momento, y si la cosa va mal, porque se hace necesaria.
Por una cosa o por otra, por los medios de comunicación, por los partidos políticos, por las escaramuzas internacionales (tipo Rusia en Georgia) o por las lindezas de la navegación aérea, el caso es mantenernos en vilo, atenazados... acojonados, hablando mal y pronto. ¿Por qué tanto interés en el miedo? ¿Resulta así más fácil engañarnos, distraernos, esquivar nuestra atención y posibilidad de reflexión?
Mi opción, por el momento, es alejarme de los medios tradicionales de (des-)información, dejarles solos con su palabra desalentadora, no hacer el juego a los político-ventrilocuos que se esconden detrás, no dar pie a que jueguen con nuestro ánimo, nuestra moral; vale que manejen nuestros tipos de interés, nuestros impuestos, nuestro bienestar material. Pero hasta ahí, ¡no más! Para todo lo demás, sinceramente, que se pudran.
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