Leíamos el otro día en el diario La Provincia, de Las Palmas:
«Toñi Cabrera no tuvo suerte. Hace casi dos años, su novio Enrique la roció presuntamente [sic] con disolvente y le pegó fuego. Ardió como la tea y el fuego alcanzó a su hija. Toñi ha sufrido ocho operaciones, estuvo 20 días en coma y las secuelas persisten. Como no murió, el Instituto de la Mujer no se personará en el juicio a su agresor. De ahí su mala suerte. Muerta tendría más beneficios»
¿Dónde reside la violencia sino en la propia ley, en los mismísismos órganos encargados de prevenirla y erradicarla, en la sociedad que ha encumbrado la violencia y ahora se hace la sorprendida? Muerta tendría más beneficios... todos/as tendríamos más beneficios estando muertos/as, por ejemplo el de la duda. El agresor, al menos, tiene el derecho de ser 'presunto'; la víctima, en cambio, tiene la desgracia de sobrevivir. Vaya desde aquí mi más profundo desprecio hacia ese Instituto de la Mujer que se alimenta de carroña, de muerte y deshechos, que le hubiera encantado una Toñi Cabrera muerta o en coma o agonizando en el hospital, carne de propaganda política, pero no de una Toñi Cabrera viva, fuerte, capaz de sobrevivir a tanto caníbal, a tanto agresor/a.
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